Albert Finney en "Big Fish"
07 diciembre 2008
Filmología III
Albert Finney en "Big Fish"
28 noviembre 2008
Filmología II
Osea, yo me estoy ahogando y tú me estás describiendo el agua.
Jack Nicholson en "Mejor... imposible"
27 noviembre 2008
Filmología I
Sean Connery en "La Roca"
25 noviembre 2008
23 noviembre 2008
Micronesia I
- Comen con palillos, ¿cómo iban a inventar algo para lo que necesitas tenedor?
22 octubre 2008
Si Peter Pan viniera
Si Peter Pan viniera
Uno de los finales más tristes de toda la literatura universal es el final de Peter Pan.
El tiempo ha pasado, y Wendy es toda una mujer. Tiene una hija hermosa. Tan hermosa como lo era ella la primera vez que pisó Nunca Jamás de la mano de Peter Pan.
Wendy acaba de acostar a su niña. La habitación está a oscuras. De repente, se abren las ventanas de par en par. Contra el cielo estrellado, se recorta la figura de Peter Pan.
- Wendy, vine a por ti. Es el tiempo de la limpieza de la primavera. Tienes que cuidar de mi y de los Niños Perdidos.
Pero Wendy le confiesa que se ha olvidado de volar. “No malgastes el polvo de las alas de las hadas” le dice.
Peter Pan, que aún es un niño, no entiende nada. “Encenderé la luz para que comprendas”.
Y por primera vez en su vida, que nosotros sepamos, Peter Pan tiene miedo y solo atina a decir “No enciendas la luz”.
Esta noche encenderemos la luz, con la certeza de que si Peter Pan viene a buscarnos, podremos sostenerle la mirada sin darle un susto de muerte.
Si Peter Pan viene a buscarles, no lo duden. Miren su cara, y emprendan esa urgente huida.
Y que no me entere yo que se marchan sin nosotros.
Ismael Serrano
Cantautor
02 octubre 2008
Contra ...
Cuando uno lee ciertas noticias, piensa si el mundo se ha vuelto loco, o simplemente ya lo estaba antes, y es ahora cuando las cosas salen a la luz y nos damos cuenta de cuán grande es la maldad humana y lo cruel que puede llegar a ser una persona.
Quizás sea yo un poco corto, y no entienda bien las cosas. Pero no me cabe en la cabeza las cosas que hace cierta gente con el propósito... ¿con qué propósito? ¿Con qué motivo u objetivo se realizan ciertas aberraciones que han aparecido los últimos días en las noticias? ¿Por qué? Y no me sirve esa respuesta tan típica, y que parece ser que tanto se alega en los juicios: “Es que tiene doble personalidad”, “Es que padece esquizofrenia”, “Es que estaba de baja laboral por depresión, estaba pasando una mala época”. ¿Todos? ¿Todas las personas culpables de delitos sexuales, asesinatos, violencia de género, todas ellas son enfermas mentales? Sinceramente, no me lo creo.
Me estoy refiriendo, como ya se habrá podido deducir, a los últimos casos de asesinato por violencia de género ocurridos en Granada y Murcia; al caso de pornografía infantil que ha terminado con la detención de 121 personas (que no se si llamarlas así, porque dudo que merezcan llamarse “personas”); al abuso que sufrió una chica en coma etílico por parte de los sanitarios que la transportaban en la ambulancia hasta el hospital; y a cientos de casos similares a estos que se producen a diario en nuestra sociedad.
Sé que leer estas cosas es duro. Pero lamentablemente es el mundo en el que vivimos. Probablemente siempre haya sido así, siempre haya habido cosas de estas. La diferencia es que antes no nos enterábamos. Las mujeres maltratadas no se atrevían a denunciar por miedo; aún hoy hay quien no lo hace. Tampoco teníamos consciencia de los casos de pederastia. Se producirían, no digo que no, pero no existía Internet para que esos desalmados se “vanagloriaran” de sus “hazañas”. Me parece horrendo y lamentable que se usen las nuevas tecnologías para realizar estas barbaridades, pero afortunadamente gracias a Internet se puede identificar y detener a estos malnacidos. Desgraciadamente, tanto o más lamentable es que salgan a la calle a las 24 horas de su detención porque tenemos un sistema legal, o judicial o lo que sea, que no es lo suficientemente eficiente.
Es completamente inadmisible que una persona detenida ayer acusada de un delito de pederastia, a la que ha sido requisada una cantidad exagerada de material pedófilo, que incluso no es que solo sea “consumidor” de ese material, sino que además, para más inri, lo haya grabado, se encuentre hoy en libertad. Me gustaría saber quién cojones ha hecho el código legal, o lo que sea a lo que se ha acogido esa persona (o personas) para quedar en libertad (no soy abogado ni entiendo de legislación). Me gustaría conocer a esas personas para felicitarles por su buen trabajo realizado, y darles la enhorabuena (nótese mi tono sarcástico) por dejar en libertad a unos criminales que son capaces de hacer daño a un niño de pocos años, incluso a un bebé.
Desde el mismo momento en que se identifica a un pederasta debe y tiene que ser detenido y encarcelado por las fuerzas del orden. El problema es cuando esas fuerzas del orden están implicadas en estos delitos, como ha sucedido en este último caso. Se supone que las fuerzas del orden están para proteger al ciudadano, para hacer cumplir la ley, y perseguir a los infractores de la misma. Y nos encontramos con que un agente del Centro Nacional de Inteligencia, un militar de bajo rango, un guardia civil en prácticas y un policía nacional están involucrados en este delito. No quiero generalizar, evidentemente no todos los agentes de las fuerzas del orden son iguales que éstos, pero es inevitable la pregunta: ¿qué confianza vamos a depositar en ellos después de esto?
Dejando a un lado este tema, volvamos sobre el tema de la violencia de género. Voy a hablar sobre la violencia de género en la que el agresor es el hombre. También existe la contraria, desde luego, aunque se dan menos casos, y por esa razón me he decidido por la primera.
Nunca he entendido qué razones pueden llevar a un hombre a maltratar (ya sea física o psicológicamente) a su esposa, novia, pareja... a una mujer. Si uno busca información acerca del tema, se encontrará con algunas razones que parecen poco convincentes: trastorno mental de agresor, estrés laboral, problemas económicos, adicción al alcohol y sustancias estupefacientes, celos... Muchas razones que sin embargo lo único que pretenden es justificar la agresión y mitigar la responsabilidad del agresor ante la misma.
Personalmente, pienso que el hombre que se atreve a poner la mano encima a una mujer, no merece llamarse hombre. No es más que un cobarde, un hijo de puta sin escrúpulos ni vergüenza; un desalmado que no entiende o no quiere entender lo que es querer, amar a su pareja, ni sabe apreciar el amor que probablemente ella le haya dado. Es lo más bajo que se puede caer.
Los últimos casos, mencionados anteriormente, han terminado con el suicidio (en el caso de Granada) e intento de suicidio (en el caso de Murcia) del agresor. No sé si es la mejor suerte que podían correr, y no me interesa. Me pregunto por qué no se pegaron el tiro en la cabeza antes de asesinar a sus víctimas. En uno de los casos se decía que el culpable tenía problemas mentales, o depresión, o algo por el estilo, y que ésa podría ser la causa de sus actos. Personalmente creo que intentó suicidarse porque se dio cuenta de lo que había hecho; y si ha sido capaz de darse cuenta de sus actos, dudo mucho que, si es verdad que tenía problemas mentales, hayan influido algo.
De la misma forma, pienso que debe detenerse y juzgarse a los culpables de maltrato psicológico. Es tan perjudicial como el maltrato físico. Hay quien dice que incluso es peor. Acaba con la autoestima de la persona y destruye su confianza personal hasta el punto que en algunos casos llega a producirse una dependencia del maltratador. Éste es más difícil de detectar. La persona afectada no suele darse cuenta de que lo está sufriendo hasta que ese maltrato psicológico no deriva en un maltrato físico.
Afortunadamente nuestra sociedad está reaccionando ante este tema. Ya disponemos de un servicio de atención a la mujer maltratada. Las leyes han cambiado, o están cambiando para perseguir a estos criminales. Cada vez, más mujeres maltratadas se atreven a denunciar, con la consiguiente detención del agresor y su encarcelamiento.
Como dijo un autor anónimo, "La mujer es el ser más perfecto que Dios haya creado; al dar vida al hombre hizo un excelente trabajo, al dotar de vida a la mujer hizo algo maravilloso."
Hagamos que esto sea una realidad.
31 agosto 2008
El ángel de alas negras
Todas las mañanas se escondía detrás de aquel ángel de alas negras, oculto entre la niebla que siempre cubría aquellos parajes. Unos metros más allá de dónde se encontraba, se alzaba un viejo palacete modernista. Tenía un aire fantasmal y un tanto tétrico, quizá porque se encontraba apartado de toda civilización, como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar hace muchos años; quizá porque el agua que se evaporaba del oscuro lago que tenía a su lado lo envolvía como si de un espectro se tratara; o quizás era solo su imaginación juvenil quien le hacía verlo como si fuera producto de una novela negra.
El suave ronroneo de un viejo coche lo sacó de sus pensamientos. A pesar de que no había amanecido todavía, el coche se movía sin luces en la penumbra matutina, pero con seguridad. Se paró delante de la puerta del palacete y descendió un chófer elegantemente vestido, con pelo cano y un bigote poblado. Abrió la puerta trasera del vehículo, y esperó a su lado. Al momento, la vio aparecer. Descendía lentamente por la escalinata del palacete. No tendría más de 30 años. Cuerpo esbelto, piernas bien torneadas, nariz estilizada, unas facciones bien definidas, traje negro que marcaba su figura, unos guantes largos a lo Rita Hayworth, los ojos ocultos por un velo que caía con absoluta perfección de la pamela en la que recogía su pelo y unos labios rojos tan bien perfilados que ni el mejor pintor lo hubiera sabido hacer mejor.
Era ella. La Dama Negra. Montó en el coche, y tras cerrar la puerta, el chófer se puso al volante y dirigió el coche a la salida, al lugar dónde él se encontraba escondido. Pasaron a su lado lentamente, pero sin detenerse. El coche circulaba en un silencio sorprendente, roto solamente por el ronroneo del motor, y con suma suavidad, a pesar de lo escabroso del camino.
Siguió al coche por ese camino. Iba tan lento que podía ir detrás de él a una distancia prudente para que no le vieran, pero sin perderlo de vista. De pronto, el coche se apartó del camino, y se introdujo en el bosque. Ningún vehículo podría circular por allí, pero ese coche se movía como si fuera un camino asfaltado. Incluso a él le costaba caminar por allí. Sin embargo, el coche seguía impasible su camino, sorteando árboles, como si no siguiera una trayectoria fija, pero con la seguridad de conocer el camino a la perfección.
De pronto, el coche se detuvo. Estaba ante unas herrumbrosas puertas, en las que se podía distinguir una cruz oxidada por el paso de los años. Era un antiguo cementerio. El chófer abrió la puerta trasera, y la Dama Negra descendió del vehículo. Esperó a que el coche se fuera, y empujó la puerta, que se quejó con un chirrido metálico. Cuando hubo desaparecido en el interior, salió presuroso de detrás del árbol que le había servido de escondrijo, y cruzó las puertas.
Lo que vio, lo dejó pasmado. Las viejas lápidas aparecían en la tierra sin orden aparente, tan solo organizadas por el minúsculo sendero en el que se encontraba. Unas estaban ladeadas, otras cubiertas por completo de una espesa vegetación, y alguna que otra rota. Se acercó a una de ellas, y apartó con la mano las plantas que la cubrían. No tenía nombre. Tan solo dos años esculpidos en aquel granito. Dio dos pasos hacia atrás, y tropezó con algo. Cuando giró la cabeza, vio una calavera en el suelo, a sus pies. Las cuencas vacías de los ojos le miraban fijamente a la cara. Poco le faltó para dar un grito de terror, pero no fue capaz.
Cuando se repuso, continuó caminando. Había perdido de vista a la Dama Negra. Se fue fijando en las lápidas que había a los lados del sendero, y se dio cuenta de que ninguna tenia nombre. Aquello cada vez le aterrorizaba más, y sin embargo no era capaz de darse la vuelta y salir corriendo. Había algo que lo impulsaba a seguir, pero no sabía el qué.
El sendero comenzó a ascender, y al mirar hacia arriba, vio un enorme panteón. Tenía la puerta abierta, y en la parte superior, un ángel con alas negras esculpido en el mármol. El símbolo de la Dama Negra. Se acercó a la puerta y miró en el interior, con cuidado de no ser visto. La Dama Negra se encontraba arrodillada en un reclinatorio, rezando, con las manos juntas en las que sujetaba un rosario negro. No se habría fijado en esto si no fuera porque no era un rosario habitual. En lugar de una cruz, tenía un ángel. El ángel de alas negras.
- Te estaba esperando.
La voz de la Dama Negra lo dejó sin aliento. Era una voz suave y dulce, pero a la vez autoritaria. Una voz que unida a la belleza de su dueña, podía conseguir que cualquier hombre sucumbiera a sus encantos e hiciese todo cuanto ella deseara.
La Dama Negra se levantó, y con paso firme se acercó a él. Su corazón latía deprisa, y sus piernas no reaccionaban. Al llegar a su altura, se le quedó mirando. Sus ojos seguían ocultos por el velo, pero a través de él pudo adivinar que a pesar de la belleza de la mujer, eran unos ojos tristes, apagados y sin vida.
Sin previo aviso, la Dama Negra acercó sus labios y los posó sobre los suyos, sumiéndose en un largo beso. Poco a poco le fue despojando de la ropa. La Dama Negra exploraba su cuerpo, cada recoveco, cada músculo, cada parte sensitiva, proporcionándole un placer que no sabía que existiese. Cerró los ojos un momento y se dejó llevar.
Al abrirlos de nuevo, la Dama Negra se había despojado de su vestido y se retorcía encima de él. Su cuerpo era de un color blanquecino, sus senos rosados, y su largo pelo colgaba alborotado sobre sus hombros. Hasta ese momento no se había fijado en su pelo. Negro como el azabache, largo y bien cuidado, contrastaba fuertemente con su piel tan clara. Era en verdad una mujer hermosa.
Un grito desgarrador salió de su garganta, y la Dama Negra se tendió sobre él, cayendo los dos en un sueño profundo, lleno de paz y tranquilidad. Soñó que volaba por encima de aquel bosque en el que se encontraba el cementerio, viendo los árboles diminutos, y el angosto camino que había recorrido hacía tan solo unas horas. A su lado, la Dama Negra volaba agarrada a él, agitando unas esbeltas alas negras. De pronto, la Dama Negra le soltaba, y sentía como caía en picado hacia el suelo, lo veía cada vez más cerca.
Cuando estaba a punto de estrellarse, se despertó. “Solo ha sido un sueño” se dijo. Se frotó los ojos, y pudo ver que se encontraba en un dormitorio elegantemente amueblado, tumbado en una confortable cama con dosel. Al lado de la ventana, en una pequeña mesa, un suculento desayuno esperaba para él. Se incorporó en la cama, y en ese momento se dio cuenta.
En su pecho, marcado a fuego, había algo. El ángel de las alas negras.
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Salamanca, 31 de Agosto de 2008
27 junio 2008
...donde se pudre todo
- No iba a decir eso.
- Me alegro, porque es posible, y subrayo posible, que ese momento no llegue nunca, que no te enamores, que no quieras ni puedas entregarle la vida a nadie y que, como yo, cumplas un día los cuarenta y cinco años y te des cuenta de que ya no eres joven y que no había para ti un coro de cupidos con liras ni un lecho de rosas blancas tendido hacia el altar, y la única venganza que te quede sea robarle a la vida el placer de esa carne firme y ardiente que se evapora más rápido que las buenas intenciones, y que es lo más parecido al cielo que encontrarás en este cochino mundo donde se pudre todo, empezando por la belleza, y acabando por la memoria
Carlos Ruiz Zafón en "El juego del ángel"
"No se hizo la miel para la boca del asno"
Salamanca, 27 de Junio de 2008
13 junio 2008
II
Es el primer cliente. Son las 6 de la mañana y el bar acaba de abrir sus puertas. Todavía puede apreciarse el olor del amoníaco con el que han limpiado la noche anterior. El camarero le saluda, comenta el día que hace, se queja del estado del tráfico a esas horas de la mañana, y se alegra al ver que por un día, el periódico ha llegado a tiempo. Él calla. Sus únicas palabras son para pedir un vaso de whisky.
Se sienta en un taburete de la barra, se frota los ojos y la barba de dos días, y enciende un cigarrillo. El humo le hace toser, pero no lo apaga. Después de dos años sin fumar, quiere darse el placer de saborearlo sin que nadie le diga nada. Aspirar cada bocanada, cada calada, como si en ello le fuese la vida. Disfrutar del sabor. Y expulsar el humo lentamente.
Dos años... dos largos años hacía que la conoció. Dos largos años en los que Ella le cambió la vida. Dos años en los que consiguió que saliera del pozo en el que se había hundido tras el fracaso de su breve, por no decir nula, carrera musical. Y ahora, Ella, esa misma persona que le había rescatado de un sumidero de mierda donde se ahogaban borrachos en aquel whisky aguado; esa persona que le había querido sin Él pedírselo, y a la que había amado incondicionalmente; ella le había vuelto a confinar de nuevo a esa mugrienta cárcel. Quizá sin pretenderlo.
La mañana anterior se había despertado con el ruido de la ducha. Ella estaba allí, preparándose para ir a trabajar como cada mañana. Dio media vuelta intentando dormir un poco más. Despertó a mediodía, cuando su despertador encendió la radio, y comenzó a sonar la canción de moda, que repetían a todas horas en todas las emisoras. Harto de escucharla, le pegó una hostia al reloj. Decidió que la mejor forma de relajarse era preparar para Ella su plato preferido.
Buscó la receta en Internet. No parecía difícil. Pasos básicos que tantas veces había repetido para hacer la comida diaria. Hasta que llegó ese momento crucial en toda receta de cocina. Las palabras a las que todo iluso que se aventure en el arte de la restauración, aunque sea a nivel doméstico, tanto teme: “añada una pizca de sal”. De puta madre. ¿Qué es una pizca de sal? Él sabía que Ella prefería la comida con poca sal. Decidió aventurarse, y añadió eso que Él creía que era una “pizca”.
Esa pizca resultó ser el origen de todo: de su borrachera, su vuelta a un mal vicio que tanto estaba disfrutando en ese momento, su ojo morado y su corazón roto. Todavía tenía en sus oídos el eco del portazo que dio al salir de casa. Todavía notaba la extraña sensación que sintió cuando se quedo de pie, tras la puerta sin poder moverse. Todavía no sabía porqué se había quedado con el puño en alto, a escasos centímetros de la puerta, y no había llamado.
El ruido de la vajilla sobre la barra del bar le sacó de su ensimismamiento. El camarero le sonreía condescendiente, como si con solo mirarle le comprendiese. “En esta profesión también somos un poco psicólogos. Escuchamos a la gente, les aconsejamos, les ofrecemos compañía. La diferencia está en que nosotros servimos copas. Tómese esto, invita la casa”.
Ante él, un café cortado, sin azúcar.
"Echo de menos oir tu voz..."
Salamanca, 14 de mayo de 2008
24 mayo 2008
I
Se despertó como cada mañana: abrazada a su almohada, con los pies destapados y el pelo revuelto. Se incorporó y al mirar a su lado se dio cuenta de que había cometido el gran error de su vida. Se dejó caer sobre la almohada nuevamente, y cerró los ojos.
No recordaba nada de lo sucedido la noche anterior. A las dos de la madrugada ya había perdido la noción del tiempo y parte de su sueldo en aquel bar de lujo que tenía debajo de su piso. Había llamado a su mejor amiga con una leve esperanza de tener alguien a su lado. Pero esa que ella llamaba su mejor amiga, que siempre había sido un poco puta, a los diez minutos ya se estaba liando con uno de los dos chicos que las habían estado observando desde el otro extremo de la barra, mientras el otro intentaba, a pesar de sus constantes negativas, ligar con ella. Pero su fuerza de voluntad se estaba acabando, y la voz de ese chico tan atractivo penetraba de forma incesante por sus oídos. Ese era su último recuerdo.
Todavía no sabía muy bien cómo había podido llegar a esa estúpida situación. La tarde anterior había llegado a casa después de una de tantas reuniones en su trabajo, con ejecutivos incompetentes, directivos sin escrúpulos, cabronazos interesados cuyo único objetivo es poder echar un polvo con su secretaria veinteañera.
Había dejado las llaves sobre la mesita de la entrada, y a la vez que se quitaba los incómodos tacones, saludaba con un alegre “Ya estoy en casa, cariño” a su novio. Se dirigió a su cuarto y se quitó aquel elegante vestido con sumo cuidado, y se puso su chándal azul y blanco. Él la esperaba en la cocina, dando los últimos retoques a la comida.
Y fue cuando comenzó todo. A Él le gustaba la comida con un poco de sal y caliente, muy caliente. A Ella, sosa y templada, casi fría. Y fue cuando comenzaron a discutir. El estrés de su día de trabajo, unido a los constantes acosos del malnacido de su jefe, acabaron explotando dirigidos a Él. Sobrevolaban cuchillos en una atmósfera que se podía agarrar con los dedos y tirar de ella. Aparecieron viejos rencores por cosas insignificantes que nunca fueron ciertas; reproches, gritos y la comida desparramada por el suelo.
Él amenaza con irse. Ella le dice que si lo hace, no vuelva nunca. Se acaban las voces. Se hace el silencio, y Él se va a preparar su maleta. Se sienta poco a poco en el suelo, agarrándose las rodillas. Dos lágrimas comienzan a caer por sus mejillas, llevándose consigo los restos de rímel, manchando su sudadera blanca. El pelo le tapa la cara, y no puede verle salir por la puerta. Solo oye el ronco ruido de las bisagras y un tremendo portazo.
Volvió a mirar a su lado, y al ver de nuevo el hueco de la cama libre, vacío, se dio cuenta de la soledad que la invadía. A ella. A su cama. A su casa. A su vida. Decidió que ya era hora de levantarse. Se dirigió a la ducha, se quitó su pijama y abrió el grifo. El agua comenzó a recorrer su cuerpo, haciendo remolinos por los pliegues de su piel, ondulando entre sus cabellos rizados. Cerró los ojos, y se relajó.
En su mente un único pensamiento: “y todo por un poco de sal”.
**No sabía si poner este texto o no hacerlo. Al final, me he decidido a hacerlo. Hay veces que tienes que hacer algo para saber si es lo que tenías que hacer, o por el contrario ha sido una equivocación. Esta, es una de esas veces**
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"Y sin embargo..."
Salamanca, 12 de mayo de 2008
20 mayo 2008
Salvación
“Eres la salvación. Nunca he tenido mucha fe en toda esa chorrada de “si amas a alguien, déjale libre”. Prueba de ello es todo lo que he hecho en mi vida hasta este mismo momento; pero estoy determinado a ser feliz. Feliz en esta vida.
Y te quiero. Bueno, siempre… siempre, siempre te he querido. Pero nuestro momento nunca fue el adecuado. Y de la forma en que yo lo veo, el tiempo no es amigo del hombre. Así que tengo que hacer que sea el adecuado y ser feliz. Ahora. Porque es éste. Éste es todo el que tenemos.
También quiero que tú seas feliz. Es realmente importante para mí que tú seas feliz. Y quiero que estés con alguien, da igual si es él o algún otro hombre que tú no hayas conocido aún. Pero quiero que estés con alguien que pueda ser parte de la vida que tú quieres para ti. Quiero que estés con alguien que te haga sentir igual que yo me siento cuando estoy contigo. Así que supongo, que la cuestión de esta larga y continuada sentencia es que durante los últimos meses el simple hecho de estar enamorado de ti ha sido suficiente para mí. Así que tú eres la salvación.”
(Palabras de Peacey a Joey en Dawson`s Creek)
Extraído de Lost Shadows (http://twomedicinelake.blogspot.com)
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Salamanca, 20 de mayo de 2008
25 abril 2008
35 segundos
Pero lamentablemente no es el tiempo que tarda en responderte al mensaje. Puede tardar días, meses, años quizás. Sin embargo, siempre contesta. Y es cuando te empiezas a preguntar si realmente merece la pena la espera. La espera por esa llamada, que te devuelve el aliento de vida que tanto necesitas.
Y ya no es tanto la espera por esa llamada, porque sabes que se producirá. Lo más ingrato, lo más desesperante, es esperar por tu llamada. Por esa llamada en la que me digas que vuelves a mi lado. Aunque solo dure 35 segundos. Es tiempo suficiente para saber que no voy a tardar 35 segundos en llegar al sofá y apalancarme, porque estarás esperándome tras la puerta, igual que un ladrón espera su víctima, para robarme el primer beso. El tiempo suficiente para hacer que se dibuje una sonrisa en mi cara. El tiempo suficiente para saber que soy feliz...
Pero como cada día, esa llamada no se produce. El teléfono no suena. Está en su esquina, en silencio. Quizás esté desconectado, pero no me importa. Me despierto todos los días pensando en ese teléfono. Caliento mi café 35 segundos en el microondas, y dejo que se enfríe otros 35 segundos para tomármelo en 35 segundos. Y me siento a esperar que suene, mientras en el telediario dicen que un corredor ha ganado por 35 segundos, y en el reloj marcan las 7h, 15 min y 35 segundos.
Y me doy cuenta de lo importantes que son 35 segundos. En una llamada, en una carrera, en el microondas... en la vida. Me quedo pensando en eso, en 35 segundos. Y me doy cuenta de que he perdido un día entero. Nadie me ha molestado, vivo solo. Nadie me ha echado de menos, no ha sonado mi teléfono. Decido que ya he pensado bastante por hoy. Salgo de casa y el frío aire de la noche primaveral trae hasta mis oídos los ruidosos acordes del concierto rock que se celebra en la otra punta de la ciudad.
Decido alejarme en dirección contraria. No quiero música, no estoy para ello. Enciendo un cigarrillo, y aspiro el humo. Lo saboreo, lo disfruto, y me pica en los ojos al expulsarlo. Decido que tengo que dejar de fumar, y tiro el cigarrillo al suelo. Acto seguido, saco otro del paquete y lo enciendo. Y dejo que me lleve.
Tan absorto estoy en mis pensamientos que no me doy cuenta de donde estoy. Un semáforo, en rojo. Dentro de unos instantes se pondrá en verde. Tendré que decidir si cruzo la calle o no, sabiendo que si cruzo no hay vuelta atrás. Pero sabiendo que aún así, la esperanza me llamará...
No sé qué hacer. No sé si esperar esa llamada o cruzar la calle. El tiempo se agota, no hay tiempo para pensar. El semáforo se pone en verde.
Tengo 35 segundos. El tiempo que se tarda en cruzar un semáforo.
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“En los vértices del tiempo”
Salamanca, 25 de Abril de 2008
14 abril 2008
Parece ridículo

Hasta que cierta mañana me despierto, me doy cuenta de que estoy pensando en algo diferente y comprendo que lo peor ya ha pasado. El corazón está herido, pero se recupera, y consigue ver la belleza de la vida otra vez. Ya ha pasado antes, volverá a pasar, estoy seguro. Cuando alguien parte es porque otro alguien va a llegar; encontraré otra vez el amor"
Paulo Coelho - "El Zahir"
Salamanca, 14 de Abril de 2008
02 abril 2008
¿Quién me ha robado el mes de abril?
¿Quién me cambia por tu desilusión?
¿Quién sazona el amor con alfileres?
¿Quién me descorazona el corazón?
¿Quién quema relicarios, pilas, naves?
¿Quién alquila mujeres de alquiler?
¿Quién ha sacado copia de la llave
de los secretos de mi secreter?
¿Quién oxida el limón de las campanas?
¿Quién se sabe perdido cuando gana?
¿Quién me ha metido el dedo en la nariz?
¿Quién roba, silba, reza, desayuna?
¿Quién planta girasoles en la luna?
¿Quién coño me ha robado el mes de abril?
Salamanca, 2 de Abril de 2008
27 marzo 2008
Días... y noches
Hay días que parecen infinitos, que nunca terminan. Se hacen eternos, las horas parecen detenerse en el ocaso de la soledad. Otros son como si nunca hubieran existido. Como esas horas que pasas dormido tras una borrachera de caricias, besos amargos y ron barato. Esas horas en las que la resaca despeja los sentimientos olvidados la noche anterior en una copa.
Y es cuando una lágrima resbala por la mejilla. Lento. Despacio. Arrastrando las impurezas dejadas por tus besos. Llevándose con ella lo poco que me quedaba de ti. Y cae. Se estrella contra el suelo, mientras mis manos acarician lentamente el aire, imaginando que tocan tu cuerpo. Anhelando el suave tacto de tu piel. Susurrando la última canción que bailamos juntos. Esa canción que fue la despedida, tu último beso.
Y me siento cada noche, en la oscuridad de un banco del parque, a conspirar contra los pensamientos y los sentimientos. A urdir tramas para olvidar lo que nunca existió. A buscar cómplices de las cartas que nunca te escribí. A buscar pistas que me lleven a ti, y me digan que no me has olvidado. Que me sigues queriendo. Que siempre me has querido. Que mis cartas te llegaron, y las guardaste en un lugar oculto de tu corazón, esperando el momento idóneo para contestarme.
Pero lo único que consigo es quedarme dormido. Es el sueño quien ha conspirado contra mi, invadiéndome, envolviéndome.
Cuando quise despertar, ya era de noche...
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"... ¿y cómo huir cuándo no quedan islas para naufragar?..."
Salamanca, 27 de Marzo de 2008